Con el Día del Libro a la vuelta de la esquina, llega el momento de pensar en aquellos que no pueden disfrutar del placer de la lectura. Niños y adultos de todo el mundo para quienes, ya sea por su situación geográfica, por sus condiciones económicas o por circunstancias excepcionales, el libro es un objeto de lujo que difícilmente pueden alcanzar. Por suerte, existen numerosas personas y entidades dedicadas a hacer lo imposible por acercar la lectura a esos grupos desfavorecidos a través de bibliotecas móviles.
En la red pueden encontrarse infinidad de iniciativas solidarias, tanto individuales como colectivas, sobre bibliotecas ambulantes. Algunas son realmente originales. Aquí tenéis varios ejemplos:
1. Bibliotecas sobre ruedas
Son las más habituales. Muchos países cuentan con bibliobuses para prestar servicio a pequeñas localidades que no disponen de biblioteca propia. Además, diversas organizaciones solidarias recurren a ellas para facilitar el acceso a la cultura a personas necesitadas en lugares remotos. Hace unos años, Bibliotecas sin Fronteras puso en marcha el primer bibliobús de Haití, el BiblioTaptap, que toma su nombre de los típicos taxis compartidos del país. Por su parte, Words on Wheels transformó furgonetas en bibliotecas y las envió a recorrer localidades rurales en Hanoi (Vietnam) y en Bandung (Indonesia).
2. Aerobiblioteca
En Chile disponen de una amplia red de bibliomóviles destinada a acercar la lectura a los parajes más aislados del país. Por lo general se valen de autobuses o de vehículos menores, pero en ocasiones se enfrentan a terrenos tan accidentados que les resulta imposible alcanzar su destino por tierra. Como la Isla Mocha, a la que sólo se puede acceder por mar o por aire. El año pasado, los responsables de la bibliomóvil de aquella zona decidieron cambiar las ruedas por un par de alas. Ellos mismos explicaron cómo fue su primer encuentro con los niños de la isla.
3. Biblioburros
Hace más de 15 años que el maestro Luis Humberto Soriano se propuso suministrar libros a los niños que vivían en lugares recónditos del norte de Colombia. Para ello, echó mano de dos amigos, sus burros Alfa y Beto, y montó su particular biblioteca móvil. Así nació el biblioburro. A pesar de los peligros y dificultades que encontraba en sus recorridos por la selva e incluso a haber perdido una pierna, Soriano no ha cejado en su empeño de acercar la cultura (y, con ella, un futuro mejor) a los más pequeños.
Su proyecto se hizo popular y creció hasta convertirse en una sólida red de biblioburros colombiana. También inspiró iniciativas similares en otros países. En Chile, por ejemplo, utilizan bibliollamas. En Italia, Lucia Pignatelli creó hace tres años el biblioasino: ella y su burro Serafino viajan por la periferia de Milán ofreciendo un servicio de biblioteca móvil con el que pretenden incentivar la lectura entre niños y mayores.
4. Carreta literaria
A menudo, estas iniciativas van ligadas a personas muy especiales. En el caso de Martín Murillo, resulta evidente. Este “leedor” apasionado lleva siete años promoviendo la lectura en Cartagena de Indias (Colombia) al mando de una curiosa carreta cargada de libros. Murillo presta sus libros o realiza lecturas dramatizadas en plazas, parques y escuelas. En su biblioteca móvil ocupa un lugar destacado el Libro de los mil cuentos, un volumen con las páginas en blanco que le permite explicar a los niños historias surgidas directamente de su imaginación. Hasta la carreta literaria se han acercado bastantes personalidades; entre ellas, por supuesto, Gabriel García Márquez.
5. Bibliotecas flotantes
Cuando la naturaleza se empeña en complicar las cosas, ni siquiera la más potente de las furgonetas o el más intrépido de los burros pueden sortear determinados obstáculos. Por ejemplo, ríos o mares. En esas ocasiones, no queda más remedio que recurrir a medios de transporte acuáticos. Lo saben bien en Venezuela, donde han ideado tres variedades de bibliotecas flotantes: el bibliobongo, la bibliofalca y la bibliolancha.
No es el único ejemplo. En la costa oeste de Noruega, el principal obstáculo son los fiordos. Por eso el barco Epos compagina su labor turística durante el verano con su misión como biblioteca móvil para los habitantes de las numerosas islas remotas que pueblan los fiordos durante el invierno. Y no podemos olvidar el Logos Hope, un impresionante barco solidario que surca los mares llevando buenas lecturas y conocimientos a todo el mundo.
6. Bibliomotocarro
Este otoño, el maestro Antonio La Cava cumplirá 15 años recorriendo las carreteras de Basilicata, una región del sur de Italia, a bordo de su bibiomotocarro. La Cava recibe a los pequeños usuarios de su biblioteca con amabilidad y sonrisas. Además de facilitarles lecturas, les deja acceder a sus preciados libros blancos para continuar las historias que han empezado a escribir otros niños.
7. Otros biblioanimales
Si en muchos países se valen de los burros como compañeros bibliófilos, la Biblioteca Nacional de Kenia prefirió recurrir a un animal autóctono, capaz de adaptarse a las inclemencias del tiempo y a las dificultades del terreno: el camello. Su elogiado servicio de bibliocamellos contribuye a promocionar la alfabetización, la cultura y la lectura entre los asentamientos rurales y las escuelas nómadas de las regiones áridas del país.
Del camello al elefante asiático. Este animal en peligro de extinción es todo un símbolo nacional en Laos. Allí, tres ONG (Room to Read, Action with Lao Children y ElefantAsia) se asociaron años atrás para desarrollar un proyecto, el de los biblioelefantes, con doble objetivo: concienciar a la población sobre la situación extrema de los elefantes y contribuir a la alfabetización de las comunidades rurales.
8. Arma de Instrucción Masiva
Ese es el curioso nombre con el que su creador, Raul Lemesoff, ha bautizado a lo que él describe como una “escultura ambulante”. La misión de este bibliotanque es recorrer los lugares más recónditos de Argentina, aquellos a los que raramente llegan los libros, para difundir la lectura y estimular la creatividad. Además, el Arma de Instrucción Masiva quiere contribuir a la paz entre los pueblos recogiendo las opiniones y los problemas sociales, políticos, culturales o ambientales de cada uno y difundiéndolos en otras comunidades.
9. Bibliobicis
A finales del año pasado, la República Dominicana implantó un programa de bibliotecas móviles en bicicleta para incentivar la lectura en las zonas más empobrecidas y apartadas del país. BiblioBicis Comunitarias contaba con una flota inicial de 50 bicicletas, cada una de ellas cargada con varias decenas de libros para préstamos o intercambios gratuitos.
También tenía a la bicicleta como protagonista el Book Bike, una iniciativa que emprendió Gabriel Levinson en Chicago en 2008 y que ha sufrido una trayectoria accidentada. Levinson acudía a los parques públicos de la ciudad durante los fines de semana para donar los libros de su biblobici. El año pasado se mudó de Chicago y dejó prestada su Book Bike a la Read/Write Library, una biblioteca alternativa destinada a promover la cultura local. Para disgusto de sus nuevos propietarios, la bibliobici fue robada el último verano.
10. Ideas Box
Las posibilidades de acceso a los libros son prácticamente nulas para las víctimas de crisis humanitarias. Sus prioridades, y las de las entidades que las asisten, son conseguir un techo bajo el que cobijarse, agua potable, comida o atención sanitaria. Aun así, Bibliotecas sin Fronteras es consciente de que estas personas también necesitan acceder a la educación, la información y la cultura como una vía para volver a conectar con el mundo, fomentar su resiliencia y construir un futuro. Por eso, en 2012 empezó a colaborar con ACNUR y con el diseñador industrial Philippe Starck para crear Ideas Box, un centro de información multimedia portátil para campos de refugiados que incluye libros, juegos, proyector de cine o acceso a Internet.
Foto: Wikimedia Commons