Víctimas del cambio climático

refugiados climáticos

Cada año, millones de personas tienen que abandonar sus hogares por culpa de desastres naturales provocados por el cambio climático: huracanes, sequías, inundaciones… En las próximas décadas, a medida que esos desastres se vuelvan cada vez más frecuentes y devastadores, los desplazamientos aumentarán considerablemente. ¿Estamos preparados para hacer frente a una crisis humanitaria sin precedentes?

 

Un éxodo masivo en cifras

64 millones de personas. Esa es la población que, según Naciones Unidas, ya se ha visto obligada a desplazarse en todo el mundo como consecuencia del cambio climático. Y no es la única cifra preocupante que se maneja.

El Observatorio sobre el Desplazamiento Interno (IDMC) elabora anualmente un Informe mundial sobre desplazamiento interno. Su última actualización, correspondiente a 2016, revela que ese año se produjeron 24,2 millones de nuevos desplazamientos causados por desastres naturales en 118 países y territorios, una cifra más de tres veces mayor que la de los movimientos causados por conflictos. De hecho, el 97% de los nuevos desplazamientos registrados fueron provocados por el clima y por desastres meteorológicos.

La tragedia podría llegar a ser aún mucho peor. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) calcula que, en las próximas décadas, entre 250 y 1.000 millones de personas tendrán que abandonar sus hogares si no se frena el cambio climático.

 

¿Quiénes son los principales afectados?

Los países más pobres son los más susceptibles de sufrir los efectos del cambio climático. Además de ser altamente vulnerables a todos los niveles, no disponen de los recursos necesarios para afrontar un posible desastre natural. De ahí que, según el IDMC, en 2016 se produjeran 12,7 millones de desplazamientos en esos países por culpa de este tipo de desastres.

Resulta paradójico y tremendamente injusto que la población más perjudicada sea la que menos ha contribuido al cambio climático. Same World afirma que el 99% de los desastres derivados del cambio climático tiene lugar en el llamado Sur Global; sin embargo, los primeros veinte países más afectados por trastornos medioambientales sólo son responsables del 1% de las emisiones totales de gas.

 

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En busca de refugio

Por lo general, los desplazamientos se producen dentro del mismo país. Como explica la fundación FUHEM, los afectados suelen buscar refugio, primero, en alguna población cercana; si allí no encuentran manera de subsistir, se trasladan a una gran ciudad. Muchos de esos desplazados se acaban estableciendo en las zonas más marginales de las ciudades, en poblados frágiles y miserables que se vuelven todavía más vulnerables ante los fenómenos climáticos extremos.

Pocas veces los desplazados atraviesan fronteras; en esos casos, la mayoría viaja hasta los países vecinos. Según FUHEM, el 86% de los refugiados como consecuencia del cambio climático han sido acogidos en países en desarrollo.

Siempre que las circunstancias lo permiten, los desplazamientos son temporales; cuando remiten los efectos del desastre natural, la población regresa a sus hogares y, si es preciso, los reconstruye. Pero la vuelta a casa no siempre es posible. Lo hemos visto, por ejemplo, con las víctimas del huracán Katrina en Nueva Orleans o con los perjudicados por las inundaciones en Paquistán. En casos de desplazamiento prolongado o permanente, el impacto social, económico, cultural y psicológico es más profundo para los afectados. Y eso implica no sólo a los desplazados, sino también a las comunidades que los acogen.

Con todo, hay que tener en cuenta que muchas personas ni siquiera tienen la opción de desplazarse cuando su tierra es azotada por un desastre natural. Suele tratase de la población más vulnerable: como no cuentan con los recursos necesarios para huir, se ven obligados a quedarse en sus hogares –o lo que queda de ellos– en condiciones extremas.

 

Multiplicador de amenazas

En realidad, los efectos del cambio climático sobre la población van mucho más allá de las consecuencias físicas de un desastre natural. The New York Times lo define como un “multiplicador de amenazas”, ya que puede agravar las desigualdades sociales de un país o contribuir a su inestabilidad económica y política.

¿Vemos algunos ejemplos? Las sequías y las inundaciones provocan la pérdida de cosechas y, con ello, el encarecimiento de los alimentos. Gran parte de la población deja de tener acceso a esos alimentos, con lo que aumentan el hambre y el descontento. En algunas zonas, los agricultores afectados recurren al matrimonio infantil de sus hijas para evitar la pobreza. Por otro lado, las inundaciones destruyen escuelas u obligan a convertirlas en centros de evacuación, con lo que millones de niños y niñas dejan de recibir educación.

Con el descontento y las desigualdades sociales, aumentan las protestas ciudadanas; especialmente si los gobiernos no pueden garantizar el acceso a recursos básicos como los alimentos o el agua. Eso fue lo que ocurrió con la crisis mundial de los alimentos en 2008: cuando el precio de los cereales aumentó de forma desmesurada por culpa –entre otros motivos– de la escasez de cosechas, la población se lanzó a la calle en numerosos países, causando revueltas e inestabilidad política.

Los analistas señalan la falta de agua como uno de los desencadenantes de la guerra civil en Siria. En 2007, este país se vio azotado por un período de tres años de fuerte sequía que afectó a la mitad de sus tierras de cultivo. Sin agua, se perdieron cosechas y murió ganado. Cientos de miles de agricultores, granjeros y pastores vieron desaparecer su medio de vida, y muchos de ellos tuvieron que trasladarse a las ciudades en busca de sustento. El precio de los alimentos se disparó, lo que agravó las tensiones económicas y sociales existentes y provocó protestas. La represión violenta de esas protestas fue el germen de la guerra civil que estalló en 2011.

Como consecuencia del cambio climático, la escasez de agua, alimentos y otros recursos naturales se acentuará cada vez más. Y ese será, según los expertos, el principal motivo de los conflictos violentos en el siglo XXI. El sociólogo y psicólogo social Harald Welzer habla de auténticas guerras climáticas. “Toda transformación negativa de las condiciones ambientales abre nuevas oportunidades y nuevos espacios para los empresarios de la violencia, con el consiguiente aumento de la probabilidad de que las guerras se vuelvan permanentes y sean trasladadas más allá de las respectivas fronteras nacionales”, asegura.

Hasta aquí, el contexto. En el próximo post descubriremos, a través de casos concretos, cómo está afectando el cambio climático a comunidades de todo el mundo.


Foto: United Nations Photo (1 y 2)